Creo que ya es hora de decirlo, aunque no les guste a ciertas personas: la saga Crepúsculo ha hecho mucho daño. Estamos de acuerdo en que la obra ideada por Stephenie Meyer consiguió que un ejército de adolescentes, y no tan adolescentes, comprasen estos libros y los devorasen en muy poco tiempo, pero no podemos negar todo el mal que provocaron a la figura del vampiro.

Entiendo que a la hora de plantear un personaje de ficción, y más si se trata de uno de corte fantástico, se puedan tomar ciertas licencias creativas, como por ejemplo el tema de la vulnerabilidad hacia el Sol. En diversos libros y películas esto se ha tratado de distintas maneras: en unos casos les debilita y en otros directamente los mata. Pero lo nunca visto era que hiciese brillar su piel como si fuese un diamante. Otra de las ideas peregrinas surgidas de la pluma de Meyer es que el vampirismo les potenciaba una cualidad que, aunque ya poseían, tenían limitada por la condición humana. Así algunos leen la mente, otros ven el futuro o incluso controlan las emociones de otras personas.

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Sobre El Autor

Periodista amante del cine. Director y presentador del Podcast 'La Guarida de Kovack'.

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